Absolutamente todos tenemos una parte espiritual, o mejor dicho, todos nosotros, como seres espirituales, como seres de luz, hemos venido a vivir esta experiencia terrenal, caracterizada por nuestro cuerpo y nuestra mente. No todos logran hacer conexión entre la parte física y la parte espiritual, aun cuando, sin que sea opcional, esas dos partes sean una durante esta vivencia.
Cuando estamos en la búsqueda de esa parte que nos llama y nos invita de manera constante a conocerla, a acercarnos, a que contemos con ella, normalmente comenzamos a ver las cosas de manera diferente y son comunes algunas de las siguientes señales:
- Las cosas materiales que antes nos llamaban la atención, comienzan a parecernos superficiales y poco importantes. Comenzamos a interesarnos por cosas más sencillas que no tienen nada que ver con posiciones económicas, bienes materiales, etc.
- Comenzamos a mirar más a las personas desde el corazón, logrando ser más compasivos y empáticos. Entendemos que cada quien vive su propio proceso como puede y al igual que nosotros, aprende en el camino.
- Aceptamos momentos amargos con mayor facilidad o menor resistencia.Entendemos que cada una de nuestras experiencias es necesaria en nuestras vidas.
- Comenzamos a indagar acerca de la espiritualidad a través de diferentes vías.Buscamos literatura de interés, personas que nos orienten, espacios que nos inspiren en la necesidad de conectarnos con eso que sentimos que nos hace falta.
- Nos cuestionamos creencias existentes, que quizás no hallamos adoptado voluntariamente, sino por adoctrinamiento. Comenzamos a perder la fe ciega, para sustituirla por lo que nos llena.
- Podemos perder la fe en todo lo que antes creíamos. Quizás en medio de nuestra búsqueda, todo lo que sabemos hasta el momento pierda sentido o bien pueda que ocurra lo contrario, pero desde un nivel superior de consciencia y entendimiento.
- Podemos creer intensamente en aquello que no podemos comprender. Nos podemos conectar profundamente con lo que nos deslumbre, que a pesar de no entenderlo, nos llene de manera inexplicable.
- Comenzamos a ser más desapegados de todo lo que creíamos poseer. Podemos desprendernos con mayor facilidad de personas, cosas o lugares.
- Nos vemos más interesados protección a los más indefensos. Nos sentimos parte de un todo y nos duele nuestro planeta, nuestros animales, nuestros afines y buscamos y defendemos su protección.
- Necesitamos más tiempo a solas. Se hace una necesidad el estar con nosotros mismos, crear espacios físicos y de tiempo que nos permitan estar a solas es crucial.
- Nos hacemos amantes del silencio. Son los momentos de silencio en los cuales sentimos que más nos acercamos a lo esencial, es en el silencio en donde escuchamos a nuestra voz interior hablar.
- Buscamos conectarnos con la naturaleza. Nos regocijamos entre los milagros que la componen, aprendemos de su comportamiento y nos volvemos sensibles antes sus cambios.
- Dejamos de culpar a otros por lo que no marcha bien en nuestras vidas. Nos hacemos responsables de todo lo que nos ocurre.
- Perdemos el miedo a la muerte, propia y de nuestros seres amados. Creemos que hay algo más allá de lo que vemos y posiblemente nuestras almas continúen en diferentes aventuras en compañía de las que están unidas a través del amor.
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